Sol radiante
Si alcanzara el fulgor del ámbar de tus ojos a mostrar la luz que llevas dentro, si alcanzaran tus surpiros silenciosos para contar los secretos que guardas tras cerrojos, si alcanzara cada hebra de cabello, cada áureo destello, podría yo contar más que estrellas en el cielo. Pero no puedo contarlas.
Nada alcanza, arcángel mío, a medir el resplandor de tu mirada, la naturalidad de tu hermosura o la agilidad de tus dedos que se mueven entre trastes y cuerdas como mariposas, según dicte tu ingenio, el mismo que ha llevado tu magia a brillar en melodías impecables. No hay medida posible para tu nobleza o tu delicadeza, ni para el semblante de paz que se evidencia en tu carácter. Nunca hay como medir, con justicia, la grandeza de un hombre genuino que se ha puesto frente a frente consigo mismo y ha comenzado a despojarse de todo lo que le impide encontrar su verdad y seguir su instinto. Jamás habrá como medir los mayúsculos esfuerzos hechos por quien no busca más que paz, y con ella, la belleza en todas las cosas.
Dirán que no hay nadie tan perfecto, pero les digo que no sólo yo tengo el privilegio de conocerle. Somos todos tan perfectos como podemos, pero juntos entendimos que el sol no brilla menos porque una nube se interponga en su camino. El sol es la luz suprema, pero no es la única que existe, y todas brillan siempre igual y para todos los que estén dispuestos a verles. No todos los días son soleados, pero aún a través de la luna, el sol sigue presente. Aún entre las nubes, los rayos del astro en el cielo nos acarician mientras nos infunden vida, la vida que tú, ser de luz cuyo propio sol arde en lo fuerte y firme de su pecho, insuflas en mi ser con tu sola presencia.
Que tus prodigios sigan siempre flotando en el ambiente como plumas que jamás caerán inertes, que el destello de tus ojos al mirarme resplandezca por siempre. Que la pureza de tu ser entero colme el mundo de todo lo bueno, de todo lo que eres, lo que tienes y lo que representas, de toda tu belleza, de toda tu alegría, de todos tus anhelos, de todo tu talento y valentía. Brilla como un sol radiante que arde sin quemar, resplandece inmortal y perpetuo que yo, con todo y más que mis mortales anhelos, contemplaré tu brillo eterno, tu sosiego.
Nada alcanza, arcángel mío, a medir el resplandor de tu mirada, la naturalidad de tu hermosura o la agilidad de tus dedos que se mueven entre trastes y cuerdas como mariposas, según dicte tu ingenio, el mismo que ha llevado tu magia a brillar en melodías impecables. No hay medida posible para tu nobleza o tu delicadeza, ni para el semblante de paz que se evidencia en tu carácter. Nunca hay como medir, con justicia, la grandeza de un hombre genuino que se ha puesto frente a frente consigo mismo y ha comenzado a despojarse de todo lo que le impide encontrar su verdad y seguir su instinto. Jamás habrá como medir los mayúsculos esfuerzos hechos por quien no busca más que paz, y con ella, la belleza en todas las cosas.
Dirán que no hay nadie tan perfecto, pero les digo que no sólo yo tengo el privilegio de conocerle. Somos todos tan perfectos como podemos, pero juntos entendimos que el sol no brilla menos porque una nube se interponga en su camino. El sol es la luz suprema, pero no es la única que existe, y todas brillan siempre igual y para todos los que estén dispuestos a verles. No todos los días son soleados, pero aún a través de la luna, el sol sigue presente. Aún entre las nubes, los rayos del astro en el cielo nos acarician mientras nos infunden vida, la vida que tú, ser de luz cuyo propio sol arde en lo fuerte y firme de su pecho, insuflas en mi ser con tu sola presencia.
Que tus prodigios sigan siempre flotando en el ambiente como plumas que jamás caerán inertes, que el destello de tus ojos al mirarme resplandezca por siempre. Que la pureza de tu ser entero colme el mundo de todo lo bueno, de todo lo que eres, lo que tienes y lo que representas, de toda tu belleza, de toda tu alegría, de todos tus anhelos, de todo tu talento y valentía. Brilla como un sol radiante que arde sin quemar, resplandece inmortal y perpetuo que yo, con todo y más que mis mortales anhelos, contemplaré tu brillo eterno, tu sosiego.
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