Del poder de la palabra

Se dice que los sueños nocturnos no han de ser contados para que se cumplan y al mismo tiempo se dice que la palabra tiene poder. De modo que yo elijo contar los míos para que se hagan realidad. Los cuento, los siento y los decreto como reales. Como cada palabra que sale de mi boca.

Tanto poder tiene quien bendice como la bendición en sí misma al ser concedida, e igual poder tienen la maldición y quien maldice. Poder tienen las palabras de amor y las de abandono y tiene poder el silencio que habla por si mismo tanto o más que las acciones.

Por eso hay que enseñarnos a cuidar lo que decimos, tanto de los demás como de nosotros mismos. Muchas veces es más fácil tratar mejor a los demás mientras nos tratamos a nosotros mismos como seres despreciables e indignos. O a veces pasa que nos tratamos con una aparente bondad desmesurada convertida en egoísmo y vemos como despreciables a los demás. El poder de la palabra es tal que podemos convencernos a nosotros de ver siempre lo mejor en todo si nos lo solicitamos amorosa y constantemente.

Y por el poder que me confiere mi propia palabra, pongo en mis manos y en mi boca esta noche solamente palabras de alegría, de buenos deseos, de compartires y de noches largas llenas de amor y de amistades, de baile, de manjares suculentos y de emociones sinceras para que esta navidad sea mucho mejor de lo que alguna vez hubiéramos podido soñarla. ¡Felices fiestas!

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