No más miedo

He intentado retomar varias veces, me he visto comprometida a continuar un montón de veces sin realmente saber qué sentido tenía. He vuelto tantas veces como me he ido y ésta no es la excepción.
Les prometí que no dejaría de escribir, porque era un sueño hecho realidad, pero a veces hay que dejar que los sueños se maduren, hay que apartarse un poco y extrañarlos para seguirlos viendo como un sueño y no como parte de una rutina. Pero detrás de esos ires y venires se escondía un miedo descomunal.

¿Qué pasa si no soy capaz de satisfacer sus expectativas, si entro en un círculo vicioso hablando siempre de lo mismo, si simplemente lo que escribo no le sirve a nadie? Preguntas sin respuesta con una única salida: ir de vuelta al comienzo de la idea. Aunque siempre me resulta más sencillo escribir acerca de un tema que me proponen y no del que se me ocurra, comencé a escribir por mi y para mi, y lo compartía con quien quisiera leerlo. Ese es el punto esencial al que debo retornar.

El miedo tiene muchas características: es paralizante, esclavizante y siempre se ve más grande de lo que es. Por todo y más, no es fácil tomar la decisión de vencerlo, de dejarlo, de ignorarlo si se puede. El miedo pareciera nunca irse, pero llega un punto en el que cede a nuestro control, como si nos devolviera la vida que nos ha quitado, aunque retenga una mínima parte de ella, como un hilo que pudiera engrosarse alimentándose de la voluntad que perdemos, esperando pacientemente hasta adueñarse de nuevo por completo de nosotros. Debe haber una forma de cortar el hilo, pero ya luego la vida me mostrará ese camino. Por ahora, me niego rotundamente a seguir en ese círculo vicioso, temiéndole a todo y a todos, a su opinión, a su aprobación, a lo que los hace felices aún a costa de lo que a mi me gustaría, delegando culpas y no responsabilidades, ahogándome en el pozo de la autocompasión, la dependencia y la recriminación. No quiero más. Y sé que el hecho de decidirlo no hace que esté hecho automáticamente, sé que puede que un día el proceso me duela tanto que me rinda o me sea necesario dejarlo de lado, pero no ha sido en vano: al menos ya sé lo que no quiero. Con eso claro, pronto veré, sabré y entenderé qué es lo que quiero, mientras aprendo a conocerme a mi misma, mientras me descubro, mientras me encuentro, mientras venzo el miedo de mirarme en cuerpo y alma en el espejo.

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