El amor es fuego
Ni siquiera sé por donde empezar. En mi mente yacen multitudes de pensamientos. Algunos enterrados, otros petrificados, algunos en el rincón más oscuro de la mente esperando dejar de ser tenidos en cuenta para reaparecer con la fuerza del sol cuando amanece. También hay pensamientos frescos, pensamientos que huelen a jazmín, a rosas y a naranjas, pensamientos llenos de colores, Pensamientos que tejen un tapiz de texturas eternas, de proporcionas gigantescas.
Y si hablo del corazón, sigue siendo uno solo, sigue palpitando, como lo ha hecho desde siempre, como no temo que deje de hacerlo un día. Pero su latido cadencioso, sempiterno, apacible, se altera en tu presencia como mil caballos galopando en la sabana, la sangre ya no fluye como el agua que sale del grifo sino como un torrente inmenso que cae por una cascada, perdiéndose en la bruma que cubre el abismo: la bruma tibia y sedosa de tu aliento, el abismo de tus ojos en el que no puedo evitar caer. Un abismo al que no temo, un abismo iluminado por el fuego del amor. Porque como el graffiti de la foto: el amor es fuego. No se puede decir solamente que hay amores violentos y voraces como un incendio, amores tan pequeños pero tan potentes como la llama de una vela, amores perfectos como una hoguera. En todos hay peligro por quemarse, por salirse de control o por extinguirse, pero puedo preciarme de tener un amor que los contiene todos.
El dorado del sol se refleja en tus cabellos al caer la tarde, los rubíes de tus labios se expanden en una sonrisa amplia y sincera cada vez que las nubes nos abrigan con el gélido manto de la lluvia, tus manos largas y delgadas son hábiles recorriendo el papel como mariposas que vuelan acariciando el viento con sus alas.
¡Qué bueno es poder celebrar un año más de vida de alguien que significa todo para nosotros! ¡Qué alegría compartir, vivir, amar, sentir, ser libre! Que tu voz se siga alzando en las montañas para siempre, que tus alas verdes se extiendan en el infinito eternamente.
Y si hablo del corazón, sigue siendo uno solo, sigue palpitando, como lo ha hecho desde siempre, como no temo que deje de hacerlo un día. Pero su latido cadencioso, sempiterno, apacible, se altera en tu presencia como mil caballos galopando en la sabana, la sangre ya no fluye como el agua que sale del grifo sino como un torrente inmenso que cae por una cascada, perdiéndose en la bruma que cubre el abismo: la bruma tibia y sedosa de tu aliento, el abismo de tus ojos en el que no puedo evitar caer. Un abismo al que no temo, un abismo iluminado por el fuego del amor. Porque como el graffiti de la foto: el amor es fuego. No se puede decir solamente que hay amores violentos y voraces como un incendio, amores tan pequeños pero tan potentes como la llama de una vela, amores perfectos como una hoguera. En todos hay peligro por quemarse, por salirse de control o por extinguirse, pero puedo preciarme de tener un amor que los contiene todos.
El dorado del sol se refleja en tus cabellos al caer la tarde, los rubíes de tus labios se expanden en una sonrisa amplia y sincera cada vez que las nubes nos abrigan con el gélido manto de la lluvia, tus manos largas y delgadas son hábiles recorriendo el papel como mariposas que vuelan acariciando el viento con sus alas.
¡Qué bueno es poder celebrar un año más de vida de alguien que significa todo para nosotros! ¡Qué alegría compartir, vivir, amar, sentir, ser libre! Que tu voz se siga alzando en las montañas para siempre, que tus alas verdes se extiendan en el infinito eternamente.
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