Quien gana un amigo musulmán, gana un tesoro para siempre.
Pocas cosas tan hermosas como compartir.
Todo es posible compartirlo, pero a veces tenemos un recelo tonto con lo religioso. Si no se es de nuestra religión, hacemos hasta lo imposible por imponérsela, y al no lograrlo, le rechazamos tajantemente o nos volvemos agresivos al escuchar solo nombrar nuestra iglesia en boca de los "infieles". Si no hay agresividad, hay lástima porque se van a condenar, o porque no conocen a Dios por completo (como si alguien pudiera preciarse de hacerlo...).
Pero aunque ya había decidido compartir con las personas creyeran en lo que creyeran, sólo interesándome en su felicidad aunque no crea o no me guste lo mismo que a ellos, siempre y cuando no se le haga mal a nadie, hoy me vi inmersa en un medio que ya me era conocido y querido, pero en el que es imposible no sentirse acogido, no sentirse como un extranjero bienvenido, aunque sea en su propia tierra.
Fui invitada a la celebración en honor del Profeta Mohammad, la paz y las bendiciones sean con Él (Mahoma, para que se entienda).
A todas luces es una celebración musulmana, pero el afán de esta religión por conocer a los demás, por darse a conocer, y por compartir con toda la gente, en miras a la unidad, es impresionante.
Si uno piensa en afán piensa en gente corriendo de un lado a otro, sabiendo qué quiere lograr pero no exactamente cómo hacerlo. El afán de ellos no es exactamente este tipo de afán. Es más bien una llama que llevan encendida en sus corazones y que les lleva a ansiar más conocimiento, más posibilidades de hacer el bien sinceramente, más opciones de vida para compartir con la gente, siendo tan humanos como sus límites se los permiten, yendo siempre hasta el límite de sus fuerzas, de sus energías para dar justicia, enseñanza y amor. Pocas cosas tan poco acertadas como hablar sin conocer, pensando que todos los musulmanes son terroristas, por ejemplo.
Como católica, me siento triste de no contar con enseñanzas más profundas sobre las demás religiones, aunque comprendo que es mi deber satisfacer mi deseo de saberes. Como persona, no puedo estar más agradecida, más alegre, más sosegada de tener la certeza del tesoro que he encontrado en los musulmanes que han llegado a mi vida: mi maestro, mis conocidos, mis amigas... Quien gana un amigo musulmán gana un tesoro para siempre.
Todo es posible compartirlo, pero a veces tenemos un recelo tonto con lo religioso. Si no se es de nuestra religión, hacemos hasta lo imposible por imponérsela, y al no lograrlo, le rechazamos tajantemente o nos volvemos agresivos al escuchar solo nombrar nuestra iglesia en boca de los "infieles". Si no hay agresividad, hay lástima porque se van a condenar, o porque no conocen a Dios por completo (como si alguien pudiera preciarse de hacerlo...).
Pero aunque ya había decidido compartir con las personas creyeran en lo que creyeran, sólo interesándome en su felicidad aunque no crea o no me guste lo mismo que a ellos, siempre y cuando no se le haga mal a nadie, hoy me vi inmersa en un medio que ya me era conocido y querido, pero en el que es imposible no sentirse acogido, no sentirse como un extranjero bienvenido, aunque sea en su propia tierra.
Fui invitada a la celebración en honor del Profeta Mohammad, la paz y las bendiciones sean con Él (Mahoma, para que se entienda).
A todas luces es una celebración musulmana, pero el afán de esta religión por conocer a los demás, por darse a conocer, y por compartir con toda la gente, en miras a la unidad, es impresionante.
Si uno piensa en afán piensa en gente corriendo de un lado a otro, sabiendo qué quiere lograr pero no exactamente cómo hacerlo. El afán de ellos no es exactamente este tipo de afán. Es más bien una llama que llevan encendida en sus corazones y que les lleva a ansiar más conocimiento, más posibilidades de hacer el bien sinceramente, más opciones de vida para compartir con la gente, siendo tan humanos como sus límites se los permiten, yendo siempre hasta el límite de sus fuerzas, de sus energías para dar justicia, enseñanza y amor. Pocas cosas tan poco acertadas como hablar sin conocer, pensando que todos los musulmanes son terroristas, por ejemplo.
Como católica, me siento triste de no contar con enseñanzas más profundas sobre las demás religiones, aunque comprendo que es mi deber satisfacer mi deseo de saberes. Como persona, no puedo estar más agradecida, más alegre, más sosegada de tener la certeza del tesoro que he encontrado en los musulmanes que han llegado a mi vida: mi maestro, mis conocidos, mis amigas... Quien gana un amigo musulmán gana un tesoro para siempre.
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