Nada nuevo hay bajo el sol
Casi siempre es bueno dejar que pase un poco más de tiempo de lo que la gente consideraría necesario para ampliar los horizontes, para tener más, mejores y nuevas perspectivas.
Justo ahora me siento gritándole a la nada, como un barco a la deriva que emite señales de alerta que quizá jamás sean escuchadas y mis restos yazcan sumergidos entre gruesas capas de polvo y olvido.
Hay una cortina de humo frente a mis ojos, un manto lechoso y opaco se ha cernido sobre cada pliegue de mi cerebro, haciéndome muy difícil pensar más allá de lo que ya escrito, dificultándome encontrar maneras nuevas de decir lo que ya ha sido dicho, nada hay nuevo bajo el sol.
Puede que no haya nada nuevo, pero no todo lo conocemos. Hace poco mamá me regaló un libro para colorear y una caja de colores hermosos, con tres metalizados. Se lo había pedido antes, pero como muchas cosas que uno dice sueltas, no pensé que llegara. Esperaba algo de La Sirenita, o de árboles y leones, cualquier cosa, pero no de mandalas. Siempre nos preocupamos porque la rutina nos agobia, porque nos sentimos estancados, porque nos sentimos como poco más que un grano de arena en el Sahara y quisiéramos ser o tener la importancia del desierto entero.
Quizá entendiendo nuestra existencia como un tránsito, como una esponja lanzada a un balde lleno de agua, podríamos ver que sólo estamos aquí para llenarnos de todo, para serlo todo, para hacernos dueños de todo y de todos, sabiendo que no es más que un sueño, una ilusión, una idea pasajera. Así es de fugaz nuestra existencia, tan fugaz como la velocidad de un pensamiento, la velocidad de la luz.
Justo ahora me siento gritándole a la nada, como un barco a la deriva que emite señales de alerta que quizá jamás sean escuchadas y mis restos yazcan sumergidos entre gruesas capas de polvo y olvido.
Hay una cortina de humo frente a mis ojos, un manto lechoso y opaco se ha cernido sobre cada pliegue de mi cerebro, haciéndome muy difícil pensar más allá de lo que ya escrito, dificultándome encontrar maneras nuevas de decir lo que ya ha sido dicho, nada hay nuevo bajo el sol.
Puede que no haya nada nuevo, pero no todo lo conocemos. Hace poco mamá me regaló un libro para colorear y una caja de colores hermosos, con tres metalizados. Se lo había pedido antes, pero como muchas cosas que uno dice sueltas, no pensé que llegara. Esperaba algo de La Sirenita, o de árboles y leones, cualquier cosa, pero no de mandalas. Siempre nos preocupamos porque la rutina nos agobia, porque nos sentimos estancados, porque nos sentimos como poco más que un grano de arena en el Sahara y quisiéramos ser o tener la importancia del desierto entero.
Quizá entendiendo nuestra existencia como un tránsito, como una esponja lanzada a un balde lleno de agua, podríamos ver que sólo estamos aquí para llenarnos de todo, para serlo todo, para hacernos dueños de todo y de todos, sabiendo que no es más que un sueño, una ilusión, una idea pasajera. Así es de fugaz nuestra existencia, tan fugaz como la velocidad de un pensamiento, la velocidad de la luz.
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