Lo que hay y lo que falta
Es fácil sentirse solo, angustiado, sin esperanzas. Es fácil perder los sueños, bajar la vista por miedo a encontrarnos con el horizonte que nos espera. Y es difícil ver la vida tal como pasa y no como queremos verla.
No es que uno sea desagradecido, es que cuando se tiene "todo" lo que sea que falte se nota más.
Si carezco de recursos, de familia, de alguien que se preocupe por mi, de salud, de comida: sufro.
Si tengo todo menos recursos, sufro. Todo menos familia, muy seguramente también. Si no hay nadie que se preocupe por mí he de ser libre pero quizá muy solitario también, aunque tenga recursos y familia de sangre a la que poco le interese lo que soy. Si no tengo salud, si no tengo comida... puede que tenga todo, pero cuando una sola cosa falta, la carencia se hace aún más evidente.
Pero no se trata de aprender a vivir con las carencias, eso sueña a una resignación sin lucha, suena a conformidad cobarde. Tampoco quiere decir que se incurra en una estúpida terquedad que no conduzca más que a la pérdida de lo que se tiene por estar buscando lo que no se tiene, que es lo que frecuentemente se hace. Salud o tiempo por dinero, luego tiempo o dinero por salud.
Ojalá las carencias solitarias lo fueran tanto que en vez de ser notorias fueran un secreto que nos acompañara hasta la tumba, de modo tal que pudiéramos olvidarlo y vivir como si no hubiéramos conocido nunca qué era tener lo que nos falta. Porque quien no ha tenido algo, quien ni siquiera lo conoce de oídas, no lo anhela. Es decir, se tienen sueños, fantasías, pero no voy a sufrir por caviar si nunca lo he probado. Ahora, si no soy un mediocre, un resignado, bien me queda la opción de múltiples batallas diarias para estar un paso más cerca de mis ambiciones. Si son como yo, y tienen sed del mundo, sed de ustedes mismos, sed de sueños cumplidos, aquí tienen el primer soldado para su escuadrón, porque iremos juntos a la lucha.
No es que uno sea desagradecido, es que cuando se tiene "todo" lo que sea que falte se nota más.
Si carezco de recursos, de familia, de alguien que se preocupe por mi, de salud, de comida: sufro.
Si tengo todo menos recursos, sufro. Todo menos familia, muy seguramente también. Si no hay nadie que se preocupe por mí he de ser libre pero quizá muy solitario también, aunque tenga recursos y familia de sangre a la que poco le interese lo que soy. Si no tengo salud, si no tengo comida... puede que tenga todo, pero cuando una sola cosa falta, la carencia se hace aún más evidente.
Pero no se trata de aprender a vivir con las carencias, eso sueña a una resignación sin lucha, suena a conformidad cobarde. Tampoco quiere decir que se incurra en una estúpida terquedad que no conduzca más que a la pérdida de lo que se tiene por estar buscando lo que no se tiene, que es lo que frecuentemente se hace. Salud o tiempo por dinero, luego tiempo o dinero por salud.
Ojalá las carencias solitarias lo fueran tanto que en vez de ser notorias fueran un secreto que nos acompañara hasta la tumba, de modo tal que pudiéramos olvidarlo y vivir como si no hubiéramos conocido nunca qué era tener lo que nos falta. Porque quien no ha tenido algo, quien ni siquiera lo conoce de oídas, no lo anhela. Es decir, se tienen sueños, fantasías, pero no voy a sufrir por caviar si nunca lo he probado. Ahora, si no soy un mediocre, un resignado, bien me queda la opción de múltiples batallas diarias para estar un paso más cerca de mis ambiciones. Si son como yo, y tienen sed del mundo, sed de ustedes mismos, sed de sueños cumplidos, aquí tienen el primer soldado para su escuadrón, porque iremos juntos a la lucha.
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