Un día cualquiera
Y pensar que un día especial es en todo caso un día cualquiera...
Me fue necesario parar de escribir y buscar qué era lo que realmente sentía, lo que realmente quería decir.
Un día que se presentaba como otro día cualquiera se convirtió en una explosión de júbilo para los católicos, y en un acontecimiento de relevancia para los que no lo son. Se crea o no en esta religión, no es posible ser indiferente a un nuevo líder. Yo por lo menos, aunque esto resulte extraño para algunos, estallé en lágrimas con tan sólo ver el humo blanco. Alguien bien lo dijo: "No sabemos su nombre, ni su origen, pero desde ya sabe que cuenta con muestro amor y nuestro apoyo". Es casi como una mujer que está embarazada: no sabemos su nombre, ni si es niño o niña, si viene bien o no, pero desde ya tiene nuestro amor y nuestro apoyo. Tal cual.
Incluso tuve la oportunidad de hablar acerca del tema con alguien a quien admiro profundamente, alguien como yo, quien, pese a tener cercanía del catolicismo por todas partes, y de hecho hacer parte de él, siente su corazón un poco desmotivado.
No se trata de cambiar las reglas, se trata de entenderlas. De saber que Dios está en el centro de todo, pero que al Él habitar en nosotros nos hace estar en el centro también. Se trata de tener una misericordia real y tangible que no sólo se ciña a reglas de "esto si, esto no" con la gente, como si fueran cosas. Si Jesús no juzgó a nadie, ¿por qué han de ser juzgados los homosexuales como enfermos? ¡A nadie concierne su sexualidad más que a ellos! Los preservativos también son terribles, según ellos. Terrible que sean el medio para hacer y deshacer, pero qué es peor, ¿un preservativo o un ser humano que no tendrá vida digna? Así podríamos seguir y la lista habría de ser interminable. Estar al frente de la Iglesia no es sólo dar continuidad, es ayudar a encontrar respuestas. Es un reto al que no se le puede dar la espalda.
Y luego de tanto, de compartir una cena especial, de un buen vino, de una charla que fortifica el intelecto y hace descubrir que aún quedan conversaciones agradables y valiosas con seres que no forzosamente piensan igual, bastó asomarme por la ventana a tomar el aire helado de la sabana a estas horas de la noche para darme cuenta que un día especial para muchos, un día especial para alguien, o así no sea un día sino solo un momento, también pasa y queda en la memoria perdiendo su nitidez con el paso del tiempo y la llegada de nuevas historias.
Taxis, motos, ciclistas con chalecos reflectores, camionetas inmensas que doblaban la esquina. Unos pocos buses quedaban aún transportando a tantos que dejan sus vidas hasta tarde cumpliendo sus labores, la mayoría con oficios tan humildes como importantes: cocineros, meseros, aseadoras, vendedores. La palmera que puedo ver desde la ventana de la sala estaba inmóvil como siempre. Pasó un avión que parecía poder ser cogido con la mano, aparecía frente a mi como un juguete celestial que al irse dejó un lucero. Nada mas pequeño en el cielo visto desde aquí, nada más fuerte para recordarnos que no somos nada, pero que aún siendo nada, la luz que emitimos puede llegar a ser eterna.
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