Todo a su tiempo

Las hojas se han secado, cambiando su lustroso verde por un ocre opaco que asombra y gusta aún más que lo que antes fuera. Se anhela la frescura perdurable, la juventud sedosa, la fragancia limpia de frutas recién cosechadas. ¿Quién no lo quisiera? Pero si nombro lo sensual de las especias, el color reluciente y llamativo de las cerezas maduras, la magia de las frutas secas y la fragancia del roble tostado de los vinos tintos añejos, todos desearíamos tener todo esto también.

Siempre anhelamos crecer, luego al pasar el tiempo no deseamos más que la juventud.

Me parece que cuando uno de pequeño sólo quiere crecer es porque tiene una vida infeliz, es decir, es culpa de quienes están a cargo. ¿Para qué quiere un niño crecer? ¡Para irse! Si, la disciplina debe existir, pero una cosa es disciplina y otra castigo, el cual casi siempre va de la mano con maltrato físico. Es como alguien que trabaja en una empresa y de pronto ya no puede más, y no por el trabajo en sí, sino por el entorno. Si se harta, puede comenzar a buscar otro lugar, otras formas de sostenerse, pero un niño además de refugiarse en sus juegos, en sus libros, en su estudio o encerrarse en si mismo con una coraza de silencio o de indiferencia que puede parecer agresiva para defenderse, no tiene más salidas. Debe quedarse hasta que pueda estar seguro al irse, tal como quien debe buscar otro trabajo para que al irse del actual no se ahogue en las deudas o muera de hambre.

Todo el mundo carga con sus problemas, pero deberíamos tratar que los problemas de los demás no sean culpa nuestra.

Hay pocas cosas mejores que ver un niño crecer y florecer, sentir la frescura de su rostro, la alegría de sus ojos, sus manos tiernas haciéndose a un lápiz con firmeza. Hay pocas cosas mejores que verlo crecer y entender que ahora es muchas personas en una, que su cuerpo crece tan rápido como sus conocimientos, que ese orgullo del padre enseñándole a afeitarse será lo que menos sienta su novia cuando lo haga porque ama su barba, o verla crecer y comenzar a adornar sus labios con destellos de sol, a perfumarse con aromas de capullos de flores y de esencias, cuando sus atributos surjan y no pueda esconderles aunque así lo quisiera y toda ella empiece a ser la fruta sedosa y madura, fragante y especiada, y todo él sea tan fuerte y aromático, tan atractiva su sombra como la del roble que ahora semeja.

Todo tiene su tiempo. Un vino joven es bueno joven, un vino añejo es bueno añejo. Y el agua, ser transparente como el agua, es bueno en todo tiempo.


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