Nadie se muere a la víspera
Desde la sala puedo ver el camión de la basura pasando... No es posible no distinguir su sonido, no es posible ignorar sus luces brillantes que me hacen pensar que con el tiempo mi vida, todo en mí misma se ha hecho más brillante. Sentir el camión de la basura pasando es tener la certeza de su paso por mi vida, sabiéndola libre de escombros y despojos, sabiéndome despejada de desechos malolientes y putrefactos que hacían poco agradable mi presencia.
Pero ahora los días, y yo, somos más claros. La ansiedad previa a un día importante ya no es una sombra que se cierne sobre mí, ni un lapso de tiempo en que desearía no existir o al menos poder huir. Nadie se muere a la víspera, y no había nada que yo ansiara con más vehemencia. Ahora, la víspera de un día importante es un momento tan o más feliz que el mismo día importante, aún más grato que las mismas celebraciones.
Me entrego gustosa a la curiosidad por saber qué hará la gente para mí o qué pasará el día siguiente; curiosidad que no tenía desde que tengo uso de razón y ahora me colma, convirtiéndome en un depósito de expectación.
Siempre hacía lo menos posible en preparativos, sólo lo necesario y con desgano. Ahora, todo cuanto pueda hacer es poco, no con las ganas de atiborrarlo todo. Menos es mas, indudablemente, pero hago todo con alegría, colmada de paz y con la certeza de tener lo que me gusta.
En tantos años que no son tantos, en tantos momentos que no me han sido suficientes, en tantos parpadeos que han cegado mis ojos pero me han dejado ver cuanto he querido, no me había sentido tan tranquila en la víspera de un día importante, no había tenido tanta paz antes de ser el centro de algo, no había sentido tantas cosas buenas viniendo para mí con tanta fuerza y firmeza. Es la primera vez que no quiero morirme a la víspera, y de este día nunca más en adelante... Es la primera vez en mi vida que creo firmemente que se cerrará un ciclo y empezará uno nuevo, es la primera vez que siento que todo es completamente diferente. Es la primera vez que voy a quedarme, que voy a descubrir mi rostro, que voy a dejar que el sol me bañe por completo con sus rayos. Es la primera vez que espero sentada, tranquila, como una niña entre tus brazos.
Pero ahora los días, y yo, somos más claros. La ansiedad previa a un día importante ya no es una sombra que se cierne sobre mí, ni un lapso de tiempo en que desearía no existir o al menos poder huir. Nadie se muere a la víspera, y no había nada que yo ansiara con más vehemencia. Ahora, la víspera de un día importante es un momento tan o más feliz que el mismo día importante, aún más grato que las mismas celebraciones.
Me entrego gustosa a la curiosidad por saber qué hará la gente para mí o qué pasará el día siguiente; curiosidad que no tenía desde que tengo uso de razón y ahora me colma, convirtiéndome en un depósito de expectación.
Siempre hacía lo menos posible en preparativos, sólo lo necesario y con desgano. Ahora, todo cuanto pueda hacer es poco, no con las ganas de atiborrarlo todo. Menos es mas, indudablemente, pero hago todo con alegría, colmada de paz y con la certeza de tener lo que me gusta.
En tantos años que no son tantos, en tantos momentos que no me han sido suficientes, en tantos parpadeos que han cegado mis ojos pero me han dejado ver cuanto he querido, no me había sentido tan tranquila en la víspera de un día importante, no había tenido tanta paz antes de ser el centro de algo, no había sentido tantas cosas buenas viniendo para mí con tanta fuerza y firmeza. Es la primera vez que no quiero morirme a la víspera, y de este día nunca más en adelante... Es la primera vez en mi vida que creo firmemente que se cerrará un ciclo y empezará uno nuevo, es la primera vez que siento que todo es completamente diferente. Es la primera vez que voy a quedarme, que voy a descubrir mi rostro, que voy a dejar que el sol me bañe por completo con sus rayos. Es la primera vez que espero sentada, tranquila, como una niña entre tus brazos.
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