Insistir, persistir y nunca desistir

Es un dicho que ya todos conocemos pero que bastante nos cuesta cumplir.

¿Cuántas veces por insistir no hemos recibido más que bofetadas, por persistir poco menos que insultos?
Pero el premio de nunca desistir es el cumplimiento de los anhelos interiores, es la justicia misma venida en forma de hechos recompensando todos nuestros esfuerzos.

Nada es realmente fácil hasta que aprendemos a hacerlo. Hemos aprendido a comer, a hablar, a vestirnos, a leer, a escribir, y todo esto es fruto de nuestros descubrimientos constantes así como de la persistencia de quienes han querido enseñarnos, no porque sea su profesión o su deber, sino por mera convicción.

Hay muchas teorías acerca de qué o quiénes seríamos si estuviéramos solos como seres humanos en el mundo, pero es claro que estamos en una sociedad, en un contexto donde hay normas que seguir, que tenemos un cuerpo del que hemos de cuidar, de una mente que hay que alimentar, pero también de unos valores y derechos, así como deberes que hay que cumplir y hacer cumplir a toda costa. Pero todo tiene su momento, para todo hay que estar listo: del afán a veces no queda sólo el cansancio, también quedan cosas mal  hechas.

Siempre hay alguien que cuida de nosotros con amor cuando no podemos cuidar de nosotros mismos sea por enfermedad o por incapacidad, como cuando recién hemos nacido, o personas y entes que velan por nuestros derechos y nos enseñan como hacer lo que necesitamos y debemos hacer, como y cuando hemos de hacerlo, seres que siembran nuestra mente con conceptos y nos enseñan a cosechar ideas. Personas que no desisten. Personas que aunque no sintieran que estaban listas, se llenaron de amor para hacer lo mejor, y esto fue lo que les puso a punto.

No desisten nuestros padres en deshacerse en tiernos afectos y hacer hasta lo imposible por proveernos con estabilidad, pero tampoco desisten nuestros abuelos, tíos y primos de darnos días felices, juegos amables, palabras dulces. No desiste nadie de enseñarnos la forma correcta de hablar, de enseñarnos a amarrarnos los cordones, a escribir, a cepillarnos los dientes, a peinarnos. No desiste nuestra familia de darnos buen ejemplo y confianza. No desiste el amor verdadero a seguirse entregando, sea cual sea su forma.
A veces la familia es la que más nos lastima, la que más hondo nos hiere y de la que quisiéramos no saber nada, pero es esa misma familia la que no abandona en penas ni alegrías, la que toma nuestros triunfos como suyos propios. Familia no es sólo la que nos une a ella con lazos de sangre, es también la que formamos con aquellos que han hecho brotar un lazo del corazón. De todo se cansa la gente, hasta de recibir cariño a veces. Pero eso es su problema, nosotros hemos de insistir, persistir y nunca desistir.

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