Febrero
Para muchos, febrero no tiene más encanto que ser el más corto de los meses, aunque sea en año bisiesto, o poder celebrar San Valentín, fiesta que jamás se había celebrado por esta fecha en estos parajes enclavados en los Andes, sólo en septiembre.
Muchos en este mes han vuelto a los libros, a la rutina que envuelve casi todo el año: madrugar, la ruta o el bus, el colegio o la universidad, el descanso, el resto de la jornada, volver a casa exhausto y colmado de tareas, o de trabajo en el caso de los profesores. Es el regreso del dinero para quienes venden útiles escolares o sacan fotocopias. Es la alegría de pupitres y salones abandonados por tanto tiempo.
Para mí, es un mes colmado de amatistas y violetas. De carnavales y de fiestas. De lluvias, de rocío, de peces y limpieza. De amores y de vinos tibios en las tardes de lluvia.
Febrero es uno de mis meses predilectos porque aunque haya lluvias es siempre un mes de fiesta, un mes para compartir, para celebrar, y aunque para casi todos es un mes de pagar deudas, es también un mes de recordar lo rápido que pasa el tiempo y no es tan tarde como para trazarse nuevas metas, objetivos diferentes, caminos que delimiten lo que habrá de ser de los otros diez meses, y porqué no, de los muchos más que nos quedan por delante.
Febrero es un mes de sorpresas, un mes de vida. No por nada es el mes en que más personas nacen.
Febrero es un mes de dicha, de rosas fragantes, de pocas espinas. Febrero es el mes de hacer las paces.
Es el mes para vestirse de azules y verdes como el agua, para cubrirse con mantas abullonadas como nubes, para vestirse de carnaval como las flores, para nadar por la vida como peces.
Muchos en este mes han vuelto a los libros, a la rutina que envuelve casi todo el año: madrugar, la ruta o el bus, el colegio o la universidad, el descanso, el resto de la jornada, volver a casa exhausto y colmado de tareas, o de trabajo en el caso de los profesores. Es el regreso del dinero para quienes venden útiles escolares o sacan fotocopias. Es la alegría de pupitres y salones abandonados por tanto tiempo.
Para mí, es un mes colmado de amatistas y violetas. De carnavales y de fiestas. De lluvias, de rocío, de peces y limpieza. De amores y de vinos tibios en las tardes de lluvia.
Febrero es uno de mis meses predilectos porque aunque haya lluvias es siempre un mes de fiesta, un mes para compartir, para celebrar, y aunque para casi todos es un mes de pagar deudas, es también un mes de recordar lo rápido que pasa el tiempo y no es tan tarde como para trazarse nuevas metas, objetivos diferentes, caminos que delimiten lo que habrá de ser de los otros diez meses, y porqué no, de los muchos más que nos quedan por delante.
Febrero es un mes de sorpresas, un mes de vida. No por nada es el mes en que más personas nacen.
Febrero es un mes de dicha, de rosas fragantes, de pocas espinas. Febrero es el mes de hacer las paces.
Es el mes para vestirse de azules y verdes como el agua, para cubrirse con mantas abullonadas como nubes, para vestirse de carnaval como las flores, para nadar por la vida como peces.
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