Cáncer

Pensar en la sola palabra nos hace sentirnos tristes y encontrar miedo incluso en los seres más valientes.
La sola posibilidad nos hace temer, y la certeza del diagnóstico nos hiere tan profundamente que duele más el alma que el cuerpo, pero también da casi siempre la fortaleza interior que no se encuentra en el cuerpo, el anhelo de vivir que no se tenía antes, perdidos en la monotonía de la vida.

No es posible hablar de lo que no se conoce, o al menos de lo que no se entiende. Y yo no puedo dimensionar lo que una persona con cáncer padece, sea o no que logre curarse. También se piensa en la familia, y no digo que sus sentimientos y sus angustian no valgan, pero no vale tanto su apoyo moral como sus cuidados y su ayuda. Eso es todo. Ni las lágrimas ni la angustia sirven para más que para hacer más difícil la ya complicada situación.

Al menos ellos tienen una esperanza: sea curarse, sea morir y descansar para siempre, tienen más esperanzas de las que tiene este mundo con el cáncer del egoísmo, con el cáncer de la indiferencia que carcome cuanta persona buena pasa por el frente. Con el cáncer de la polución y el ruido que podo a poco va tomando las vidas de los pajaritos, con el cáncer de la inconsciencia que acaba con nuestras aguas, con nuestros campos. Tienen más esperanzas con su cáncer y una dieta colmada de espárragos y guanábana que puede curarles, que este mundo con su cáncer de ambición y las pocas personas altruistas y sinceras que le quedan.

Pero el cáncer de las personas, a diferencia del que padece el mundo, no siempre depende de ellas. No sólo depende de no fumar, de comer bien, de ponerse bloqueador. A veces depende de un mal giro del azar, de un cuerpo que nos hizo feliz mucho tiempo y luego se cansó y nos atacó silenciosamente. A veces curarse no sólo depende de nosotros, sino de la ayuda de otros. Pero el cáncer del mundo depende de todos, de cuán amables podamos ser con nosotros mismos, con los otros, con la naturaleza, con las verdades que cada uno tiene y que nosotros no alcanzamos a dimensionar. Depende de respeto, bondad, alegría, humildad, paciencia, auto-control, confianza y amor. Depende de hacer todo cuanto nos produzca y produzca paz a todos, porque la paz es lo único que no puede fingirse, que no puede aprenderse, sólo sentirse y disfrutarse.

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