A los periodistas

¿Cuántos no nos hemos enamorado de una voz? De una suave y dulce, o fuerte aunque delicada, de una gruesa y profunda, o de una que tiene un tono que ninguna otra voz en el mundo tiene, de una que no tiene igual...

No sólo hablo de la voz del ser que se ama, de las voces familiares o de los amigos. Hablo de voces que sentimos que se dirigen a nosotros de una manera tan personal que se generan predilecciones: hablo de las voces de la radio y la televisión.

Hay voces hermosas por doquier, en todos los rincones del mundo, y quiero hablar de las voces de mi patria. Un presentador de noticiero no tendría tanto encanto si no tuviera una voz cautivadora además de una actitud alegre en la sección de deportes, de seriedad con visos de sonrisas o decepción que deslumbran y dan ese toque humano a la sección de las noticias nacionales, tan llena de crueldades y tan escasa en bondad. ¡Y qué decir de las carcajadas en el especial del 28 de Diciembre!

¡Increíble es que los artículos de la prensa escrita sean leídos con  la voz interna del ser humano, que se apropia con atrevimiento de ellos! Es quizá la forma más placentera de recordar una noticia agradable, porque puede leerse una y otra vez, saborearse palabra por palabra, impregnarse de la tinta derramada con tanto orden en un papel que luego tendrá un destino diferente a informar. Es también la forma más dolorosa cuando nuestros ojos no pueden dejar de pasar una y otra vez sobre un título hiriente.

Pero en radio las cosas cambian. No tenemos la oportunidad de mirarles a los ojos aunque sea a través de una pantalla: sus rostros son los que nuestras mentes consideran ideales para cada tono, para cada palabra que sale de sus labios. Eso le da a los periodistas radiales un encanto especial, una magia que seduce, una credibilidad que no traiciona cualquier expresión facial desafortunada en cámara. Están detrás de un escudo que les hace cercanos pero invisibles, poderosos pero sin ambición.

Gracias a todos los periodistas por su tiempo, por cada riesgo que toman, por investigar con tanta sed y por relatarnos cada noticia, cada historia, cada crónica con tanta convicción. Las reglas están hechas no sólo para cumplirlas, también para conocer cuándo seremos capaces de ir más allá. Es fácil para quien no está en peligro pedir que quien lo está se arriesgue más, pero yo quiero pedirles que no desfallezcan en un país donde tantas veces la verdad se acomoda a lo que el dinero pague, donde la honestidad se ve manchada por las amenazas, donde la libertad tantas veces no es más que la primera palabra del escudo nacional. No olviden que está en sus manos (y en sus palabras) hacer que la verdad brille sobre todos, para que siendo la verdad una evidencia, la justicia comience su camino. Un pueblo informado con la verdad es un pueblo con fundamentos. Un pueblo que entiende la verdad es un pueblo que entiende sus orígenes y sus caminos. Un pueblo que vive en la verdad es un pueblo libre.

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