Como a mi hijo

No saliste de mí. No te llevé en mis entrañas ni fue por mí que llegaste al mundo, pero te he amado con todas mis fuerzas desde antes de conocerte, desde que acariciaba el vientre de tu madre y te cantaba para saludarte y dabas pataditas, con la predicción de todo hogar que tenga su casa en esta patria: "Ese va a ser futbolista".

Tomarte en mis brazos  fue más que estremecedor. Al abrazarte sabía que nunca más te irías de mí, que serías un refugio lleno de paz y pureza en los días negros, una responsabilidad para darle ejemplo y amor, para cuidar con cada segundo de mi vida. Desde ese momento te amé, y te sigo amando con todo mi corazón, tanto o más de lo que he amado verte crecer, verte sentarte solito, gatear, caminar y perseguirme por toda la casa para que jugáramos.

Eres una semilla de esperanza, de nobleza, de un futuro lleno de promesas. Sólo te pido que no sueltes mi mano, que me dejes seguir estando ahí para ayudarte a conseguir la vida hermosa y feliz que anhelas para ti y para tu familia, simplemente déjame cuidar de ti aunque deba ser en la distancia. Te llevaré por siempre en mi corazón.

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