Amnesia
No sé si soy feliz por las cosas que recuerdo o por los recuerdos que se han perdido en si mismos, llegando a lugares tan profundos y escondidos que no podré encontrarlos más. Quizá fui víctima de la pastilla mágica que prometía borrar los sinsabores, tan sólo que fui un conejillo de indias y así como no ha borrado todo lo malo, ha borrado en cambio mucho de lo bueno.
A veces duele encontrarse perdido entre calles que parecen conocidas, que lo fueron alguna vez y que ya no se tiene la certeza de si me imagino que alguna vez pasé por ellas o si en realidad lo hice. Para alguien que antaño se preciara de una formidable memoria, para alguien orgulloso como yo, es triste ver la decepción en los ojos de quienes preguntan: "¿Te acuerdas?", y luego, con desilusión, reciben el "no" grabado en nuestros ojos, el sonido ardiente y doloroso de la negativa en nuestras voces.
Me gusta la sensación que hay en mi estómago cuando no sé si recuerdo o imagino. Me siento como en una montaña rusa, emocionada, temerosa, ansiosa... Como si fuera a darle mi primer beso al hombre que llegó a apoderarse del recuerdo que había sembrado tanto tiempo atrás, creciendo como una enredadera que lo llena todo de verde y floreciendo en mi pecho como un ramo de claveles enormes y fragantes. Es una sensación constante, como una carga de adrenalina que insiste en aparecer para ayudarme a recordarlo todo después. Hay cosas que no puedo cambiar, como los recuerdos que tienen de mí, o los miedos. Pero puedo cambiar mis recuerdos, y es un privilegio que pocos tienen.
Tengo paz. También con los recuerdos se han ido mucho de lo que fortaleciera varios defectos, como la mentira. Habría sido más fácil decir que sí para complacerlos a todos, pero preferí la verdad: prefiero tomar esta oportunidad de redescubrirlo todo, de esforzarme por recordar y estar tranquila lo logre o no, porque, en todo caso, habré de recordar y si no lo hago, tengo más memoria para llenar de momentos hermosos, de canciones nuevas, de mariposas amarillas y atardeceres anaranjados y brillantes, de cielos llenos de estrellas incontables.
Perdona si no te recuerdo, o si no recuerdo algún momento que nos marcara. Perdona si no me duele como quisieras haber olvidado, pero ahora la amnesia es la dueña de mi mente, y ella eligió las bases de este nuevo camino, y su criterio ha sido dejar lo que ha sido relevante. Si no estás, tú sabrás mejor que yo la razón, porque yo la desconozco. Ahora entiendo por qué los locos van al cielo: los locos van al cielo porque así no perdonen, lo han olvidado todo. Y son felices nadando en el mar de la distracción, flotando en las nubes blancas de la amnesia.
A veces duele encontrarse perdido entre calles que parecen conocidas, que lo fueron alguna vez y que ya no se tiene la certeza de si me imagino que alguna vez pasé por ellas o si en realidad lo hice. Para alguien que antaño se preciara de una formidable memoria, para alguien orgulloso como yo, es triste ver la decepción en los ojos de quienes preguntan: "¿Te acuerdas?", y luego, con desilusión, reciben el "no" grabado en nuestros ojos, el sonido ardiente y doloroso de la negativa en nuestras voces.
Me gusta la sensación que hay en mi estómago cuando no sé si recuerdo o imagino. Me siento como en una montaña rusa, emocionada, temerosa, ansiosa... Como si fuera a darle mi primer beso al hombre que llegó a apoderarse del recuerdo que había sembrado tanto tiempo atrás, creciendo como una enredadera que lo llena todo de verde y floreciendo en mi pecho como un ramo de claveles enormes y fragantes. Es una sensación constante, como una carga de adrenalina que insiste en aparecer para ayudarme a recordarlo todo después. Hay cosas que no puedo cambiar, como los recuerdos que tienen de mí, o los miedos. Pero puedo cambiar mis recuerdos, y es un privilegio que pocos tienen.
Tengo paz. También con los recuerdos se han ido mucho de lo que fortaleciera varios defectos, como la mentira. Habría sido más fácil decir que sí para complacerlos a todos, pero preferí la verdad: prefiero tomar esta oportunidad de redescubrirlo todo, de esforzarme por recordar y estar tranquila lo logre o no, porque, en todo caso, habré de recordar y si no lo hago, tengo más memoria para llenar de momentos hermosos, de canciones nuevas, de mariposas amarillas y atardeceres anaranjados y brillantes, de cielos llenos de estrellas incontables.
Perdona si no te recuerdo, o si no recuerdo algún momento que nos marcara. Perdona si no me duele como quisieras haber olvidado, pero ahora la amnesia es la dueña de mi mente, y ella eligió las bases de este nuevo camino, y su criterio ha sido dejar lo que ha sido relevante. Si no estás, tú sabrás mejor que yo la razón, porque yo la desconozco. Ahora entiendo por qué los locos van al cielo: los locos van al cielo porque así no perdonen, lo han olvidado todo. Y son felices nadando en el mar de la distracción, flotando en las nubes blancas de la amnesia.
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