Agua

No sólo la invoco con la esperanza de limpiarme por fuera. Desearía que se apoderara de mí por entero, pero quizá no llegue a penetrar tan hondo para arrancarme las mentiras que llevo dentro como sí ha penetrado en las entrañas de la tierra, escondiéndose bajo las capas que por miles de años se formaran, para arrancarles el orden que habían proveído para sí, y sólo se nos hacen evidentes como fallas geológicas: otra forma de cambiar el paisaje, de sembrar respeto.

Así como el agua lo crea y lo destruye todo, el agua que llevamos por dentro es un torrente impetuoso que se esconde entre las venas: caminos intrincados que todo lo llenan sin que nadie se de cuenta y que se cierran con fuerza para hacer que nuestra mente y nuestro corazón estallen cuando la corriente no tiene a donde más fluir. Los hilos delgados de los manantiales, el agua que llora la montaña, la erosión de la sequía que ahora no ha descubierto más que lajas luego de las lluvias torrenciales que las nubes de ébano han descargado con violencia, ya desesperadas de nuestros incesantes ruegos... Todos se unen para hacer que el río crezca y la avalancha e inundación que le siguen se lleven consigo todo rastro maligno, todo ser enfermo y unos cuantos sanos que les acompañen, mereciendo o no su trágico final.

El agua, poder infinito, es tan sublime como cruel. Es dulce a la vista, paciente, fuente de pureza, anhelo constante de quienes le aman y anhelan su contacto gélido cuando es silvestre. Pero también es obcecada, se acumula en charquitos para nuestro deleite esperando su venganza. Y en el fondo, todos somos agua dulce, serena, amable y luchando por llegar a quienes queramos, merezcan o no nuestra presencia, solamente para sabernos desgraciados en el desprecio infinito de quienes no nos valoran y aguardando el momento perfecto para realizar lo que ya fuera una inminente destrucción, no forzosamente violenta, hay quienes hasta para matar lo hacen lentamente. Sabiéndonos espléndidos nos dejamos caer gota a gota con cuanta soberbia cabe en ella, todos nos admiran, pero pocos se dan cuenta del hoyo que cavamos para tantos en la roca.

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