Volver

Poco hay tan grato como regresar a un lugar amado, como recibir una visita que trae consigo risas y alegría, como volver a los brazos guardianes de quien nos ha amado con toda su grandeza y en medio de cada segundo colmado de miseria o del amor que lo ha dado todo y vive con la sed de dar aún más.

Volver es más que regresar al punto de partida. Es hacer vívidos los colores desteñidos en nuestros recuerdos, es reaparecer para reavivar las llamas que dejaste encendidas a tu paso, es resurgir de los confines de las sombras para aparecer a voluntad. Volver, volver es renacer. Es redescubrir los olores perdidos, es despertarse del constante letargo en que nos sume lo vertiginoso de los días, volver es simplemente parar por un momento mientras todo gira, cerrar los ojos, respirar profundo. Mientras te detienes el mundo sigue, y seguramente en lo que se movió mientras respirabas ha avanzado alguien hasta ti. Parar es también entonces una forma de volver.

También dicen que todo es un ciclo, de forma que al seguir avanzando encontraremos una y otra vez los mismos caminos que hemos recorrido y quizá no seamos capaces de verlos porque lo que ya hemos vivido nos ha cambiado toda perspectiva, nos ha dado claridad o ha velado los lentes con que registramos cada suceso.

Quizá volver no sea más que regresar. Si así es, solo quiero regresar una y otra vez a las montañas, respirar cerca del musgo fresco, llenarme toda de la greda húmeda que bordea las corrientes de agua, limpiarme las manos en el pasto, comer moras y uchuvas silvestres. Si volver no es más que regresar quiero volver a tus brazos y a tus besos, regresar permaneciendo para siempre, que como todo "siempre", volverá para enrostrarme que también ha terminado.


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