Te reto a sincerarte conmigo
Me encantaría que existiera una fórmula mágica para sincerarse.
No hace falta sincerarse consigo mismo: la verdad está presente en todo. La sinceridad que requieres, la que quisiera tener y que ojalá algún día pudieras tener conmigo es aquella sin barreras, sin sombras ni temores.
No hay mayor anhelo que la dicha, no existe mayor deseo que la libertad, pero intentar desatar las cadenas que tú mismo has puesto como cerco y escudo para que nadie descubra lo que eres en realidad, aún a riesgo de morir asfixiado bajo su aplastante peso es mucho trabajo para un espíritu cobarde.
Nada hay que se pueda imponer: ni Dios, ni la ley. Ni la bonanza o la desgracia. Ni lo que se quiere para los demás o lo que quisiéramos arrancar de nosotros para siempre. No me impondré como tu confidente, no te impondré el placer que aún no puedes disfrutar. Aunque mi rabia quisiera imponerte la peor de las desgracias no lo hará, mi soledad tampoco pondrá sobre tus hombros como carga la más grande tristeza. Es tu camino y estaré en él tanto como tú estés en el mío, podrás contar conmigo tanto como quieras y no te pido nada de vuelta. Sólo quiero que descubras cuán feliz puedes ser cuando tu herramienta sea la franqueza, cuando te atrevas a abandonar la seguridad de las sombras para intentar descubrir nuevos caminos, nuevas amistades, nuevos retos. Cuando seas capaz de mirarme a los ojos no para que opines sobre mí, sino para que te enfrentes a tu propia verdad.
Te reto a sincerarte conmigo.
No hace falta sincerarse consigo mismo: la verdad está presente en todo. La sinceridad que requieres, la que quisiera tener y que ojalá algún día pudieras tener conmigo es aquella sin barreras, sin sombras ni temores.
No hay mayor anhelo que la dicha, no existe mayor deseo que la libertad, pero intentar desatar las cadenas que tú mismo has puesto como cerco y escudo para que nadie descubra lo que eres en realidad, aún a riesgo de morir asfixiado bajo su aplastante peso es mucho trabajo para un espíritu cobarde.
Nada hay que se pueda imponer: ni Dios, ni la ley. Ni la bonanza o la desgracia. Ni lo que se quiere para los demás o lo que quisiéramos arrancar de nosotros para siempre. No me impondré como tu confidente, no te impondré el placer que aún no puedes disfrutar. Aunque mi rabia quisiera imponerte la peor de las desgracias no lo hará, mi soledad tampoco pondrá sobre tus hombros como carga la más grande tristeza. Es tu camino y estaré en él tanto como tú estés en el mío, podrás contar conmigo tanto como quieras y no te pido nada de vuelta. Sólo quiero que descubras cuán feliz puedes ser cuando tu herramienta sea la franqueza, cuando te atrevas a abandonar la seguridad de las sombras para intentar descubrir nuevos caminos, nuevas amistades, nuevos retos. Cuando seas capaz de mirarme a los ojos no para que opines sobre mí, sino para que te enfrentes a tu propia verdad.
Te reto a sincerarte conmigo.
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