La decepción de Hortensia

Quisiera que esta carta fuera simplemente atemporal. Dicen que las palabras se las lleva el viento y por eso ahora, en la hora en que los espíritus vagan, las plasmo anclándolas aquí para que el viento no las haga prisioneras de sí llevándolas a la tierra del olvido, pero las escribo en lápiz para que el papel de mi piel no sufra tanto cuando haya que borrarlas porque el destino en su capricho así lo quiera o porque lo encuentre irremediablemente necesario.

A veces quisiera que fueras en mí un simple papel para quemar, una sombra ajena, una ilusión pasajera; pero has resultado ser todo lo contrario: además de contener en ti todos mis anhelos y frustraciones, también lo eres todo y eres nada., eres quien da la vida y la quita asegurándose de arrancar los brotes de la siembra junto con los de la maleza, dejando un corazón baldío en un desierto desolado que también has despojado del oasis de tu presencia.

¿Por qué es tan necesario que periódicamente me apuñales en el corazón? ¿Por qué vuelves a labrar este terreno una y otra vez si de todas maneras lo volverás a herir con tu azadón? ¿Tan torcidas crecen mis ramas, tan endebles mis raíces que prefieres arrancarme y volver a sembrar? Ni siquiera me has dejado crecer para podarme. ¡Qué poca esperanza has puesto en el fruto dulce, fragante y refrescante que sé que puedo y quiero darte!

La decepción es de un azul violáceo opaco como las cuencas de los ojos de un cadáver en el que comienzan a pudrirse las entrañas carcomidas por los vicios y excesos que se piensa nunca van a acercar la muerte hacia nosotros, simples mortales que se creen dioses inmunes a la inminente destrucción. La decepción es tan hedionda como el aliento de los fumadores, tan profunda como el fondo del vaso cuando hay que hacer durar el trago porque no habrá más, cuando hay que alargar la existencia de su escaso contenido. La decepción es tan amarga como un trozo de papaya verde. La decepción aparece con la fugacidad de una palabra y se siente tan largamente su visita como la del huésped más indeseado, tan triste como la larga espera, como la incertidumbre de si nos hemos vuelto a equivocar dando esta oportunidad.

Mi decepción está surcada por tu cobardía, mi vida se ve continuamente truncada porque la tuya no se une a la mía, porque cada mañana lejos de sentirme un poco más cerca de mi sueño, me doy cuenta que todo lo que hay es mi anhelo, mi lucha, mi desesperación junto a tu desesperante actitud de paciente espera.

Pero sigo guardando en mi seno la esperanza brillante de despertar un día con tus escasas promesas cumplidas, con mi invariable complacencia, con mi vida de ensueño y el olor, el recuerdo y la presencia del maldito tabaco lejos de nuestra feliz existencia.

Siempre tuya,

Hortensia

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