Estar enamorado en la distancia


Las montañas se han ido de mis ojos, he atravesado las entrañas rocosas y húmedas de la tierra para llegar hasta aquí, donde la planicie se extiende más allá del horizonte.
El aire está lleno de la fragancia de los helechos, hay zapotes y naranjos por doquier. El viento mece las palmas con la misma suavidad que mece mi alma que justo hoy se encuentra solitaria.

Mi anhelo y mi esperanza se han quedado en las montañas, se revuelven en mi pecho los recuerdos sagrados  y vívidos de sus ojos de miel brillante, de sus cabellos dorados, de sus labios de terciopelo y de su lengua sedosa, de su garganta blanca como la leche. Siento las entrañas llenas pero comenzando a derrumbarse por su ausencia.

Le extraño por entero: extraño recostarme en su regazo, extraño el aroma tibio de su piel y su cuerpo sentado junto al mío. Extraño su voz única y profunda. Las palabras que salen de su boca tienen siempre un sentido distinto, una esencia nueva, son una tinta indeleble que se graba en la mente, en el corazón, en la piel.

El brillo del sol se torna en una eterna oscuridad sin su presencia, las nubes blancas no son para mí más que el presagio de una tormenta que no habrá de nacer, la brisa trae consigo mil puñales diminutos, pero son los recuerdos y la certeza de tenerte junto a mí a pesar de la distancia lo que me cura cada segundo, cada vez que siento que no podré seguir siento tus manos acariciando mis mejillas, me siento tomándote de las manos, caminando contigo, abrazándote con toda mi existencia. La ausencia no durará, lo sé, y seré feliz mientras estemos lejos y no lo haré por mí, lo haré porque sé que me ves en tus sueños, que tu alma me siente todo el tiempo y sólo quiero que sientas que mi paz y mi dicha eres tú, estés donde estés, falte cuanto falte para verte, mi alma está ligada a la tuya para siempre.

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