Claridad
Tesoro oculto a los ojos de quienes han vivido siempre a la luz artificial, meridiana a la vista sedienta de luz duradera, de fulgores verdaderos.
La claridad no sólo depende de la luz física que colme un espacio permitiendo ver todo lo que hay en él, también depende de cuánta iluminación estamos dispuestos a permitir entrar. Depende de cuánto queremos ver, porque, finalmente, lo que los demás vean siempre va a estar distorsionado: ya por el ángulo, ya por lo deficiente de su visión, ya porque no sea lo que ellos esperan ver.
Es diferente ser ciego a no querer ver, ser sordo a no querer escuchar, ser mudo a no querer hablar e ignorar y callar a simplemente negarse a comprender. A veces pienso que los ciegos o los sordos nos llevan mucha ventaja: al faltar un sentido los otros se agudizan, ¡qué ventajoso sería tener un amigo ciego que realmente sepa escuchar! ¡Qué placer vivir viendo un mundo lleno de colores sin tener que escuchar palabras insulsas o absurdas! Extrañaría su voz o sus palabras de amor tanto como extrañaría ver su rostro, extrañaría ver la puesta del sol que no puede escucharse. Aún cuando todo me faltara, encontraría placer suficiente para seguir con sólo percibir el calor del sol acariciando mis hombros, iluminando la inconcebible sonrisa de mi cara o el sonido desconocido de las carcajadas.
A veces es el afecto lo que nos ilumina: sea el amor de los amigos, el de pareja, el cariño de o hacia una mascota, quererse a sí mismo. Lo último a veces cuesta porque siempre esperamos más de nosotros mismos y nos es fácil fallarnos, desistir o decepcionarnos. Los animales nos dan un amor tan puro, tan incondicional, tan lleno de cuidados y dedicación... El de los amigos es más o menos como el de una mascota: generalmente se espera algo a cambio, pero también es incondicional. Y el de pareja... a veces pesa, a veces es como simplemente caminar sobre las nubes y aunque debiera mantenerse en secreto, a personas como yo les cuesta no decirlo todo, como si al resto del mundo le importaran las razones de nuestra dicha.
Sólo digo que si bien el amor no es muy dado a ser de dominio exclusivamente privado, las manifestaciones del mismo sí lo son. ¿A quién le importa si un hombre está con otro, si una mujer está con otra, si en ese ser físicamente igual encontró la claridad que necesitaba para sí? ¿Porqué no van a tener derecho de formar una familia? Muy posiblemente sean mejor ejemplo que muchos padres violentos, holgazanes o ebrios, y mucho mejor madres que las que abandonan a sus hijos o son capaces de atentar contra su propia vida con tal de no verlos nacer. Que cada cual busque su claridad y sea feliz sea cual sea la manera en que la encuentre.
La claridad no sólo depende de la luz física que colme un espacio permitiendo ver todo lo que hay en él, también depende de cuánta iluminación estamos dispuestos a permitir entrar. Depende de cuánto queremos ver, porque, finalmente, lo que los demás vean siempre va a estar distorsionado: ya por el ángulo, ya por lo deficiente de su visión, ya porque no sea lo que ellos esperan ver.
Es diferente ser ciego a no querer ver, ser sordo a no querer escuchar, ser mudo a no querer hablar e ignorar y callar a simplemente negarse a comprender. A veces pienso que los ciegos o los sordos nos llevan mucha ventaja: al faltar un sentido los otros se agudizan, ¡qué ventajoso sería tener un amigo ciego que realmente sepa escuchar! ¡Qué placer vivir viendo un mundo lleno de colores sin tener que escuchar palabras insulsas o absurdas! Extrañaría su voz o sus palabras de amor tanto como extrañaría ver su rostro, extrañaría ver la puesta del sol que no puede escucharse. Aún cuando todo me faltara, encontraría placer suficiente para seguir con sólo percibir el calor del sol acariciando mis hombros, iluminando la inconcebible sonrisa de mi cara o el sonido desconocido de las carcajadas.
A veces es el afecto lo que nos ilumina: sea el amor de los amigos, el de pareja, el cariño de o hacia una mascota, quererse a sí mismo. Lo último a veces cuesta porque siempre esperamos más de nosotros mismos y nos es fácil fallarnos, desistir o decepcionarnos. Los animales nos dan un amor tan puro, tan incondicional, tan lleno de cuidados y dedicación... El de los amigos es más o menos como el de una mascota: generalmente se espera algo a cambio, pero también es incondicional. Y el de pareja... a veces pesa, a veces es como simplemente caminar sobre las nubes y aunque debiera mantenerse en secreto, a personas como yo les cuesta no decirlo todo, como si al resto del mundo le importaran las razones de nuestra dicha.
Sólo digo que si bien el amor no es muy dado a ser de dominio exclusivamente privado, las manifestaciones del mismo sí lo son. ¿A quién le importa si un hombre está con otro, si una mujer está con otra, si en ese ser físicamente igual encontró la claridad que necesitaba para sí? ¿Porqué no van a tener derecho de formar una familia? Muy posiblemente sean mejor ejemplo que muchos padres violentos, holgazanes o ebrios, y mucho mejor madres que las que abandonan a sus hijos o son capaces de atentar contra su propia vida con tal de no verlos nacer. Que cada cual busque su claridad y sea feliz sea cual sea la manera en que la encuentre.
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