Cansancio
Tratar de entender el cansancio es más difícil que reconocerlo. Es fácil reconocerlo en las caras de la gente que vuelve a casa del trabajo o los que apenas van a él luego de una noche en vela, en las flores que, aunque abiertas, comienzan ya a fruncir sus bordes con los surcos profundos del tiempo. Es fácil reconocer el cansancio en el paso lento de las cabalgaduras campesinas al final de la jornada, del ganado femenil extenuado luego de dar a luz sus herederos, de los labriegos y los jornaleros que han tostado sus cueros al sol y a la poca sombra de sus sombreros y las escasas nubes que a veces recorren el cielo en filas que se ven como un tren perdido en la lejanía.
Pero el cansancio raramente viene solo. Cuando no es más que cansancio físico es fácil ver caras satisfechas, sonrisas renovadas, frentes sudorosas y quizá miradas de complicidad. No se anhela más que un sorbo de agua helada y un lugar para descansar. Con eso bastará para guardar en mente los recuerdos calurosos y palpitantes de lo que nos llevó a tal extenuación.
Duele reconocer otras formas de cansancio. Por ejemplo, es doloroso cuando descubrimos que se han cansado de nosotros, o que nos hemos cansado de alguien. Es triste ver bruma lechosa en ojos que solían ser cristalinos y que ahora solo reflejan que el alma, más que el cuerpo, también se ha cansado ya de luchar. Como un latigazo lacerante de una luz que se ha cansado de brillar, de un corazón que ya no quiere amar, de unos labios que ya han olvidado la sed que antes tenían de besar. ¡Qué penoso es el cansancio, pero qué hermoso es descansar!
Si alguien conoce el secreto para no cansarse, o el por qué del cansancio, hágamelo saber, estoy llena de curiosidad por entender.
Pero el cansancio raramente viene solo. Cuando no es más que cansancio físico es fácil ver caras satisfechas, sonrisas renovadas, frentes sudorosas y quizá miradas de complicidad. No se anhela más que un sorbo de agua helada y un lugar para descansar. Con eso bastará para guardar en mente los recuerdos calurosos y palpitantes de lo que nos llevó a tal extenuación.
Duele reconocer otras formas de cansancio. Por ejemplo, es doloroso cuando descubrimos que se han cansado de nosotros, o que nos hemos cansado de alguien. Es triste ver bruma lechosa en ojos que solían ser cristalinos y que ahora solo reflejan que el alma, más que el cuerpo, también se ha cansado ya de luchar. Como un latigazo lacerante de una luz que se ha cansado de brillar, de un corazón que ya no quiere amar, de unos labios que ya han olvidado la sed que antes tenían de besar. ¡Qué penoso es el cansancio, pero qué hermoso es descansar!
Si alguien conoce el secreto para no cansarse, o el por qué del cansancio, hágamelo saber, estoy llena de curiosidad por entender.
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